Retrocedamos a 1968. Paul McCartney estaba conduciendo, llevaba una hora en la carretera y, de repente, apagó la radio. Sin guitarra ni piano a mano, comenzó a tararear una melodía que, sin saberlo, cambiaría la historia de la música. Lo que nació como un gesto sencillo de consuelo se convirtió en una de las canciones más emblemáticas del siglo XX.
«Hey Jude» no es solo un tema musical; es un abrazo melódico. Al escucharla, uno siente una calma inexplicable, como si alguien susurrara: “todo va a salir bien”. La canción nació para consolar a Julian Lennon, hijo de John Lennon, tras el divorcio de sus padres. Originalmente titulada «Hey Jules», McCartney cambió el nombre por “Jude” por razones de sonoridad, aunque este pequeño cambio casi provoca un malentendido cultural debido a la sensibilidad histórica del término.
La historia de Los Beatles comenzó en Liverpool, a finales de los años 50, cuando Paul McCartney y John Lennon se conocieron como adolescentes y compartieron su pasión por el rock estadounidense. Se unieron a The Quarry Men, a los que más tarde se sumaría George Harrison, y, con la incorporación de Ringo Starr, surgió el grupo que revolucionaría la música popular: los Fab Four, conocidos mundialmente como The Beatles. Su nombre podría estar inspirado en Buddy Holly y su grupo “The Crickets” o en la película Salvaje, pero lo cierto es que con él, dejaron una marca imborrable en la historia cultural del siglo XX.
«Hey Jude» se grabó en los estudios de Abbey Road con 36 músicos de orquesta. McCartney en el piano, Lennon en la guitarra acústica, Harrison en la eléctrica y Starr en la batería crearon un tema grandioso que rompía todos los esquemas de la época: con siete minutos de duración y un coda hipnótico de “na-na-na”, logró involucrar al público y permanecer como un himno universal de esperanza. La canción no solo conquistó a los Beatles, sino al mundo entero, manteniéndose nueve semanas consecutivas en el número uno en Estados Unidos y convirtiéndose en uno de los sencillos más vendidos de la historia.
Más allá de su éxito comercial, la belleza de «Hey Jude» radica en su mensaje sencillo y profundo. McCartney logró transformar un momento de dolor en una carta abierta a cualquier persona que atraviese dificultades. Cada interpretación, cada versión, mantiene viva esa sensación de consuelo y unión, demostrando que la música puede superar barreras geográficas, idiomáticas y temporales. Incluso grupos contemporáneos como BTS han reconocido el poder de la canción, replicando su famoso “na-na-na” en shows internacionales.
Hoy, más de medio siglo después, «Hey Jude» sigue siendo un abrazo musical que recuerda que, aunque existan momentos difíciles, siempre hay luz al final del túnel. Paul McCartney logró capturar lo universal con una canción que comenzó como un gesto privado y terminó como patrimonio colectivo de la humanidad.